
El discurso del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ante la Asamblea General de la ONU provocó una masiva protesta diplomática: decenas de delegaciones abandonaron el hemiciclo cuando ingresó, en señal de rechazo por su postura sobre la guerra en Gaza. Frente a una audiencia reducida, Netanyahu desplegó un mapa con las ofensivas que atribuyó a Israel en los últimos dos años y acusó a «líderes débiles» por reconocer recientemente al Estado palestino.
En su intervención, el mandatario negó las acusaciones de genocidio formuladas contra las fuerzas israelíes y rechazó que en Gaza exista hambruna, al tiempo que defendió la continuidad de la operación militar: «Israel debe acabar el trabajo», afirmó, justificando la ofensiva como necesaria para eliminar los últimos reductos de Hamás en la ciudad de Gaza. Estas afirmaciones se dieron en un contexto de fuerte condena internacional y de numerosas protestas en Nueva York.
Netanyahu también fustigó a países occidentales —entre ellos Francia, Reino Unido, Australia y Canadá— por reconocer la independencia palestina, asegurando que esa decisión «recompensa» a quienes, según él, promueven el odio contra Israel. Mientras tanto, organismos internacionales y fuentes sanitarias de Gaza mantienen un conteo elevado de bajas y siguen las investigaciones y el debate legal sobre la conducta de las partes en el conflicto.
